En Berlín, Gael Raines esperaba en un almacén abandonado en Kreuzberg. Su figura nerviosa se recortaba contra la tenue luz de una farola que titilaba sobre la entrada. Llevaba días sin dormir, el rostro pálido y demacrado, las manos enterradas en los bolsillos de su abrigo, como si buscara esconder el temblor. Había cortado todo contacto con La Cúpula tras una violenta discusión con Helena. Ella lo había acusado de ser débil. Y tal vez lo era… pero no lo suficiente como para permitir que los trillizos —niños, al fin y al cabo— fueran convertidos en armas.
Cuando Sophie, Logan y Mateo entraron al lugar, flanqueados por Victor y un pequeño equipo de apoyo, Gael alzó lentamente las manos, los ojos muy abiertos.
—No disparen —dijo con la voz tensa, carraspeando antes de continuar—. Sé dónde está el nodo central. Está en una instalación subterránea, justo debajo del Reichstag. Helena planea activar el Reinicio desde allí.
Sacó un dispositivo de memoria con manos trémulas y lo tendió hacia