Jaque
El amanecer en Ginebra era un espejismo de calma. El lago reflejaba un cielo gris y contenido, como si la ciudad entera contuviera el aliento tras el colapso de la torre de VossGen. En las afueras, en un piso franco gestionado por Victor, Sophie, Logan y Mateo se refugiaban entre sombras y silencio. El apartamento era austero, casi estéril: paredes desnudas, muebles funcionales, y una atmósfera densa que se respiraba como polvo acumulado tras una batalla mal cerrada.
Logan yacía recostado en un sofá, la piel perlada de sudor frío, los músculos aún temblorosos por los efectos del inhibidor y la embestida de los Códigos del olvido. Su respiración era irregular, como si cada inhalación fuese una pelea contra un enemigo invisible. Sophie, sentada a su lado, le aplicaba una compresa fría en la frente, sus dedos temblando apenas. Lo miraba en silencio, como si cada segundo que lo mantenía presente fuera una victoria contra lo inevitable.
La destrucción de la base de datos central de L