Todo arde
El aire en Berlín olía a hierro, humo y desesperanza. Las calles estaban cubiertas por una capa de polvo grisáceo que caía como ceniza de un incendio invisible, y el eco sordo de la explosión en la instalación bajo el Reichstag aún vibraba en las estructuras derruidas. Las sirenas de emergencia, lejanas y apagadas, eran un coro fúnebre que acompañaba la huida.
Sophie, Mateo y Victor arrastraban a Logan por un túnel de servicio, sus pasos tambaleantes resonando en el concreto agrietado. Logan pendía entre la vida y la muerte, sus pies arrastrándose, la cabeza caída sobre el pecho. Su ropa, empapada de sangre y hollín, apenas dejaba entrever las heridas abiertas. Una viga de acero lo había golpeado con brutalidad durante la segunda explosión, justo cuando había empujado a Sophie a un lugar seguro. Su respiración era un jadeo entrecortado, espasmos involuntarios recorriendo su cuerpo.
Sophie no podía dejar de temblar. Sus manos, manchadas de sangre, presionaban con fuerza una h