Brooklyn
Entro al bar, mis nervios inmediatos asentándose en el estómago. Apenas pude dormir anoche, todavía alterada por todo lo que pasó con Michael.
Lo último que quiero hoy es que él aparezca aquí, tratando de armar otra escena en mi lugar de trabajo. Mi mirada sigue dirigiéndose hacia la puerta mientras preparo mi turno, esperando que él entre, pero no pasa nada.
Solo veo el flujo habitual de clientes entrando y saliendo.
Mi turno comienza sin contratiempos, y logro entrar en el ritmo de servir bebidas, tomar pedidos, pasar de una tarea a otra con una facilidad práctica.
El ruido del bar y el murmullo de los clientes comienzan a calmarme, y por un momento olvido el caos de anoche. Sin embargo, mis ojos siguen mirando hacia la puerta cada pocos minutos, con el estómago apretado por la ansiedad.
Sigo pensando que veré la cara de Michael en la multitud, pero no.
O, al menos, aún no ha aparecido.
El fuerte latido en mi pecho disminuye, aunque solo un poco.
Es la anticipación lo que m