Aidan
Una vez que la policía se va y la tensión de la noche se asienta en un extraño silencio, decido llevar a Brooklyn a un lugar tranquilo y seguro.
Ella todavía está afectada por la intrusión de Michael, y puedo ver el peso del miedo en sus hombros, en la forma en que se sostiene mientras salimos. Coloco suavemente una mano en su espalda, guiándola hacia mi auto, pero no puedo quitarme la ira que burbujea dentro de mí.
Mi mente corre con pensamientos sobre Michael, sobre cómo no tuve la oportunidad de golpearlo como debería, y, peor aún, sobre lo que podría haber pasado si no hubiera estado Broo ahí.
El motor de mi auto ruge al arrancar, pero mi agarre en el volante es fuerte y rígido, casi doloroso. —Vamos al hotel —digo, tratando de controlar mi voz, aunque sigo enfadado—. Te quedarás en mi penthouse hasta que podamos asegurarnos de que tu apartamento es seguro. No puedo soportar la idea de que ese idiota de tu ex pueda entrar a tu apartamento por la salida de emergencia.
Brookly