118. Perdiste al bebé
Olía agrio, al ambiente en la enfermería era denso, cargado de inciensos y hierbas secas. A pesar de las telas que colgaban del techo y de las lámparas tenues, el ambiente no tenía la calidez de un refugio, sino el silencio helado de la pérdida.
Xavier entró primero. Su rostro no mostró expresión alguna, pero sus hombros tensos lo traicionaban. Detrás de él, Dayleen, Annika, Sebastián, Cassian y Kenji aguardaban en la antesala.
Una de las sanadoras, una mujer anciana de ojos blancos por la edad, se inclinó ante Xavier.
—La concubina… sigue viva —susurró—, pero no podrá concebir otra vez. El útero ha sido dañado de forma irreversible.
Xavier apretó la mandíbula.
—¿Ella lo sabe?
—No del todo. Está débil. Consciente solo a ratos.
Xavier asintió. Avanzó solo hasta la última habitación, donde una cortina de lino separaba la camilla del resto.
Allí, Nür yacía acostada. Su cabello, antes perfectamente trenzado, caía desordenado sobre la almohada. Sus mejillas, pálidas. La mano sobre el vient