119. Algo oscuro se mueve dentro
Las personas de la ciudadela subterránea de la manada de Agua respiraban con más vida al día siguiente. Las antorchas estaban encendidas en cada esquina, los niños salían de los dormitorios ocultos y los guerreros, aunque aún heridos, ya caminaban con dirección y propósito.
Tener a su Alfa entre ellos les había devuelto la tranquilidad, al igual que recibir a su nueva Luna.
Dayleen se había levantado temprano, a pesar del dolor punzante en su vientre. Sabía que era el resultado del uso constante de su poder, pero se negaba a descansar. Había trabajo por hacer.
—Si vas a seguir fingiendo que todo está bien, al menos intenta no encorvarte tanto —le dijo Annika, cruzada de brazos frente a la entrada de la sala de protección.
Dayleen le lanzó una mirada cansada. Tenía ojeras oscuras debajo de los ojos, lo cual no ayudaba para nada a dar la sensación que quería evocar de "fresca como una lechuga".
—No tengo tiempo para descansar. Esta manada necesita ser restaurada antes de que regrese