128. Luchen conmigo
Todos lanzaban miradas expectantes y llenas de esperanda en su dirección.
El salón de piedra enmudeció tras el reconocimiento. Las antorchas ardían alto, lanzando sombras danzantes sobre los muros, mientras el eco de la palabra "Guardiana" seguía flotando en el aire.
Ivanko, Alfa de la manada de Sombra, no se movía. Aunque los ancianos se habían inclinado ante Dayleen, él permanecía firme, los brazos cruzados y la mirada fija en ella. Había poder en sus ojos, pero también algo más peligroso: resentimiento.
—¿Y qué es lo que vienes a pedirme, Guardiana? —preguntó al fin, su voz grave como trueno en una tormenta lejana.
Dayleen dio un paso al frente, el manto real ondeando a su espalda. No tenía intención de mostrar debilidad. Ni siquiera frente a un Alfa que la observaba como si quisiera medirla con cada palabra.
—Vengo a pedir tu ayuda —respondió sin rodeos—. A ti, a tu manada. A tu gente. El mundo está por caer bajo la oscuridad de Hades, y ningún muro de sombras será suficiente