Lisa
El aula estaba en silencio. Traté de concentrarme en mi cuaderno, aunque cada segundo me recordaba que no estaba sola. La detención me hacía sentir atrapada, y la presencia de Cristian hacía que mi pecho latiera con fuerza, aunque intentara aparentar normalidad.
De repente, la puerta se abrió y un chico entró. No lo conocía, y no tenía ninguna relación conmigo ni con la situación anterior. Solo venía a cumplir su propia detención. Se acomodó en un escritorio del fondo, murmurando un “disculpe la demora” que apenas escuché.
Cristian permaneció firme, su postura impecable, pero podía notar el leve tenso en sus hombros y la mandíbula ligeramente apretada. Era evidente que no le gustaba la interrupción, aunque no tuviera nada que ver conmigo.
Me senté un poco más rígida, intentando ignorar al chico, pero la incomodidad creció. Estábamos los tres en la misma aula, en silencio, mirándonos en movimientos sutiles. Cada tic del reloj parecía amplificado. Sentía cómo la tensión con Cristia