Lisa
El teléfono vibró cuando estaba cerrando la cafetería. Al ver el número de Rafa en la pantalla y estómago se apretó dolorosamente y una emoción indescriptible me inundó. Tuve que mentalizarme unos segundos antes de contestar
—Hola.
—Lisa… —su voz sonaba apagada—. Que lindo es escuchar su voz. Lamento mucho a ver faltado al trabajo todos estos días
Su voz sonaba un poquito apagada.
—Me estaba empezando a preocupar, Rafa. ¿Porque has faltado?
—No me he estado sintiendo bien —continuó—. Desde ayer. Mareos, fiebre… No quise preocupar a nadie.
—¿Estás solo? —pregunté alarmada, ya sabiendo la respuesta.
—Sí, pero estoy bien. De verdad.
Nunca confío en esa frase.
—¿Dónde estás?
Hubo una pausa mínima. Casi imperceptible.
—En casa.
—Voy para allá.
—No, Lisa, no hace falta —se apresuró—. En serio. No quiero molestarte.
—No es molestia.
—No… prefiero descansar.
—Rafa —dije, firme—. Te aviso cuando llego. Pásame tu dirección
Colgué antes de que pudiera