Ataque.
Alexander.
Y hay estaba ella, más hermosa de lo que imaginaba, todo en ella gritaba poder.
Mi corazón corría desenfrenado, había deseado tanto que volviera que ahora que estaba enfrente de mí, me parecía tan irreal.
Escucharla, reclamarme y proclamarse luna de la manada, me hizo sentir tan pequeño, ella tenía el valor que yo no tuve en muchas ocasiones y estaba orgulloso de ella.
—¿Por qué tardaste tanto?—dije al borde del llanto.
Ella se acercó a mí y acaricio mi melliza, sus ojos me miraban con ternura, como si lo que estuviera en frente de ella fuera un pequeño cachorro.
—Lo lamento—dijo—Prometo que no nos volveremos a separar.
Sonreír lleno de felicidad antes de atraerla a mí y besar sus labios.
La sala aún estaba llena, pero no me importó. Había esperado cerca de diez años para poder estar con ella, que no perdería ni un minuto más.
Pero fuimos interrumpidos por sus padres, quienes deseaban saludarla, pues ellos, al igual que yo, la habían extrañado.
—Al parecer, nuestra hija vol