El aire se volvió más denso al adentrarse en la región umbral. Nada crecía allí. Ni árboles, ni vida. El viento aullaba como si recordara a los muertos, y la tierra se agrietaba como una piel reseca. El sol apenas atravesaba las nubes perpetuas, y la luna, cuando salía, era roja como la sangre.
—Hemos cruzado el límite —dijo Verna, deteniéndose—. De aquí en adelante, la magia se comporta de forma diferente. Reacciona al miedo, al odio, a los recuerdos.
Serena sostuvo el amuleto que perteneció a su padre. Sentía cómo vibraba, como si intentara orientarla.
Kael estaba tenso. En este lugar, el instinto licántropo se agudizaba. Era como si una antigua versión de sí mismo —más salvaje, más primitiva— se despertara.
—¿Qué tanto recuerdas del Monte de las Voces? —le preguntó a Verna.
—Lo suficiente para no confiar en lo que veamos —respondió ella—. Aquí los espíritus no descansan. Aquí, lo que está muerto… aún susurra.
Tardaron tres días en atravesar el umbral. Fueron atacados por lobos somb