La noche cayó sin advertencia.El cielo se tornó de un gris profundo, salpicado de nubes arrastradas por un viento errático. En lo alto, la luna comenzaba a teñirse de rojo, un carmesí espeso que se expandía como tinta en el agua. Era la Luna de Sangre, y su presencia no solo anunciaba una unión… sino una prueba.El Valle Rojo vibraba con la energía ancestral de miles de pasos que lo habían cruzado en siglos de pactos, traiciones y sacrificios. En el centro, un círculo de piedra había sido preparado: un altar natural, rodeado por antorchas altas que no ardían con fuego común, sino con llamas azules, alimentadas por esencia lunar.Ambas manadas se habían reunido. Cientos de ojos brillaban desde las sombras, lobos en sus formas humanas o bestiales, observando con cautela y expectativa.Serena vestía de blanco, pero no era un blanco puro, sino uno perlado, como la niebla antes de un amanecer sangriento. El vestido caía como agua desde sus hombros hasta los pies, ajustado al torso con una
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