El regreso a Liria no fue celebrado.
No hubo coros ni estandartes ondeando en lo alto de las torres. Ni siquiera los lobos del bosque salieron a recibirlos. El aire que rodeaba la fortaleza era espeso y enrarecido, y los soldados en las murallas no ocultaban sus miradas nerviosas.
Desde el Monte de las Voces, algo había cambiado.
Serena lo sintió en cuanto cruzaron las puertas del castillo: los susurros se apagaban cuando ella entraba, los ojos se deslizaban rápido hacia el suelo, y entre los nobles se percibía un aroma antiguo y peligroso: el miedo disfrazado de cortesía.
Elandra fue la primera en hablar con crudeza.
—El Consejo ha estado reunido en tu ausencia. Hay voces que dudan de tu legitimidad ahora que has revelado tu linaje paterno.
—¿Y quién se atreve a cuestionar a su Reina Alfa? —gruñó Kael, con los ojos entrecerrados.
—No lo hacen abiertamente. Pero murmuran que el Eclipse pudo haber corrompido tu sangre desde antes de nacer. Dicen que lo que viviste en el Monte fue una i