Aunque el comentario de la Dra. Morel seguía retumbando en su cabeza, en este momento tenía prioridades que atender. No quería pensar en nada más en este momento
En el Hospital Montclar en Zurich, Veleria sostenía la hoja que acababa de recoger en el laboratorio como si quemara.
Su nombre.
Su maldito nombre.
Apareciendo junto al de Clara en una coincidencia genética que no debía existir.
—¿Es un error? —preguntó, con la voz más temblorosa de lo que habría querido admitir. Su tono sarcástico había desaparecido como si se hubiera disuelto en ácido.
Morel negó con la cabeza.
—No lo es. No eres su madre biológica, Valeria. Pero sí estás genéticamente implicada. Lo que significa que alguien utilizó tu material genético… en algún momento del proceso.
Valeria sintió un frío recorrerle la columna.
—¿Me estás diciendo que tomaron una muestra mía y la…?
—La usaron como vector de modificación. Es una estrategia experimental avanzada, pero real. Y peligrosa —respondió Morel con el ceño fruncido—