Lyra
Entré en la cabaña y el silencio me recibió como un abrazo necesario.
Mis músculos protestaban, un ardor sordo recorría mis extremidades pero por primera vez en semanas, mi alma se sentía ligera una sonrisa involuntaria tiró de mis labios mientras dejaba el equipo de entrenamiento a un lado.
Había golpeado a Kael, había golpeado a mi Alpha, a mi Mate, al hombre que sostenía mi mundo en un puño de hierro y lo aplastaba cada día.
Al principio, cuando el puño conectó con su mandíbula durante la práctica, sentí un escalofrío de culpa pero ahora, mientras el sudor se secaba en mi piel, lo único que quedaba era un orgullo incandescente, el no era invulnerable su poder no lo protegía de la verdad de mi fuerza.
Esa pequeña victoria era el primer ladrillo en la reconstrucción de mi propia dignidad.
El hambre me golpeó de repente, un vacío en el estómago que pedía algo más que una simple ración de guerrera quería algo real, algo que me hiciera sentir en casa, aunque la casa fuera aho