Después de ser vendida como esclava por su propia madre, Umara es llevada a la capital del Imperio Kurani, donde será rescatada por quien cree que es un príncipe. El largo viaje y las penurias le hacen perder el conocimiento y al despertar encuentra nada más y nada menos... ¡¡¡que en el harén del Emperador y Alfa!!!
Leer másCuando el príncipe nació, un sabio vió en visión la Profecía:
“ La tierra temblará bajo el poderío de sus pies,
la luna, el sol y las estrellas girarán a sus órdenes,
sus enemigos temblarán ante su nombre,
su gloria cubrirá la tierra y
seis lunas coronarán sus sienes…”
***
Umara:
Los intensos rayos solares son sofocantes . Gruesas gotas de sudor recorren mi espalda. Mis muñecas y tobillos están inflamados por las heridas que han abierto los pesados grilletes . Las plantas de mis pies están en carne viva y arden como si un fuego que no se apagase nunca se alimentara contantemente de ellas. Mi boca está tan seca como el desierto. Mi piel parece estar hecha de arena. Mi largo y negro cabello es una maraña deforme y maloliente sobre mi cabeza desde hace semanas.
Mi respiración es entrecortada, la fatiga no me ha vencido por mera intervención divina. Mis ojos se nublan. Mi mente pareciera estar envuelta en una neblina plagada de espejismos.
Llevo cinco días alimentándome de pan y agua. Quizás podrías pensar que para una esclava del Imperio Kurani una comida de pan y agua es un lujo; pero lo que se nos da de pan es apenas un bocado y de agua un pequeño sorbo y llevábamos caminando muchas millas, demasiadas.
Cuando se nos forzó a abandonar Sibiú, éramos un grupo de mil prisioneros. Pero a la capital Imperial, con vida ,sólo hemos llegado poco más de unos doscientos.
Todos los años el Emperador extrae su tributo de las tribus nómadas del norte. Usualmente, toma para sí doncellas hermosas, hijas de ganaderos pudientes, para que sean esclavas del Palacio real en Tarmen, pero si el noble tiene hijos, estos son tomados para guerreros de la guardia real o eunucos.
Durante muchos años, la entrega del tributo había sido pacífica pero en esta ocasión, al capitán emisario Kuraní y al Ejército Dorado se les antojó un poco de diversión ; y terminaron masacrando tres de las ocho tribus nómadas reunidas en el cónclave para el concilio anual. Esta vez, los ancianos de las tribus discutían el firmar o no una alianza más permanente que nos protegiera del poderío militar del Emperador y ejércitos Kuraní. Al parecer, la indecisión de los líderes despertó la ira y la sed de sangre en el ejército imperial . Entre las tribus diezmadas, se encuentra la Sindú a la cual pertenezco. Luego de saciar su sed de diversión, el ejército enemigo se retiró , dejando los a sobrevivientes malheridos e indefensos a merced de los esclavistas.
Una lágrima recorre mi mejilla. Es cierto que mi madre ya me había vendido a un mercader Guenty para cuando los invasores llegaron, pero eso no impide que los gritos y sollozos de angustia de mis paisanos aún resuenen aún en mis oídos, habiendo causado una gran meya en mi alma. Otras diez mujeres de mi tribu sobrevivieron la matanza, porque habían sido intercambiadas por sus padres . Las intensas sequías y la escasez de alimentos habían llevado a muchos de los mayores de la tribu al extremo de intercambiar a sus hijas mayores y casaderas por víveres. En mi caso, no soy la mayor, soy la mediana de tres hermanas sin embargo mi madre me vendió por ser la menos agraciada de las tres. Ahora estamos, los treinta prisioneros que no hemos sido vendidos, arrodillados, sobre la plataforma de esclavos.
Con movimientos erráticos, intento secar la huella que la lágrima dejó sobre mi polvoriento rostro. Una mirada rápida al reducido grupo me hace comprobar que quedamos los más escuálidos y débiles de los prisioneros.
Algunos son demasiado viejos para labores arduas, otros se han enfermado durante el trayecto y las pocas mujeres jóvenes que quedamos no somos lo suficientemente hermosas para los estándares de belleza de la ciudad más importante del Imperio.
Suspiro, mi madre y hermanas no fueron tomadas cautivas, muy en el fondo de mi corazón acaricio la esperanza de que hayan logrado escapar y elevo una plegaria a nuestro Dios, porque de lo contrario… La otra posibilidad se me hace extremadamente dolorosa y desgarradora.
Han pasado las horas...las demás mujeres de mi tribu ya han sido vendidas. Y eso en cierto modo es un alivio. Las costumbres del Imperio Kuraní dictan que si un prisionero de guerra no tiene valor o utilidad para sus captores, los esclavistas pueden deshacerse de él como mejor les parezca ya que el esclavo es su mercancía y este grupo tiene todas las de perder. Estamos todos huesudos, hambrientos y en el peor de los casos medio moribundos.
Si a nuestros captores se les antoja , cosa que es muy probable, puede que terminemos trabajando en las minas. Recorro mi seco labio inferior con mi dura lengua, haciendo una mueca de dolor. Una vida de esclavitud en las minas es el peor destino para un esclavo. Te hacen trabajar de sol a sol mientras te matan de hambre. Las mujeres que son vendidas allí, sirven como aguadoras y curanderas en el mejor de los casos...
Poco a poco me siento sobre mi trasero, colocando mi mentón sobre mis huesudas rodillas. Rodeando mis piernas con los brazos, y considerando que la muerte sería un final más misericordioso para mí que sufrir durante un puñado de años que es lo generalmente se sobrevive en ese lugar.
Casi siempre, las mujeres en las minas terminan sirviendo de entretenimiento a los guardias o a los propios esclavos.
***
Cinco horas han transcurrido, desde que abrió el mercado de esclavos esta mañana y la fatiga se ha apoderado de mi cuerpo. Fuertes temblores me estremecen de pies a cabeza. Tengo frío, luego calor y luego frío nuevamente. Mi visión se nublan. A mi mente llegan las voces y olores y colores del mercado cómo si los transeúntes y comerciantes estuvieran lejos, cada vez más lejos.
Los habitantes de Tarmen que hoy han venido de compras pasan por delante de la plataforma en que nos encontramos y siguen de largo, abiertamente decepcionados de la falta de calidad de la mercancía exhibida. El gordo y sudoroso mercader de esclavos ha comenzado a impacientarse.
Varios de mis compañeros de infortunio ya han caído desmayados a causa del hambre y la sed, y han sido castigados por su debilidad , con azotes. Ahora estamos de pie sobre la plataforma los diez que quedamos.
Mi cuerpo se tambalea. En unas horas todo habrá terminado, en unas horas se decidirá mi destino. Seré enviada al más allá por la misma mano que me compró con oro al esclavista que me trajo desde mi tierra hasta aquí o seré llevada a las canteras.
Elevo una plegaria al Magnánime, para que me conceda el descanso pronto. Quizás esta sensación de vacío y de frío incontrolables son la advertencia de que mi fin está cerca. Lucho por mantenerme en pie, pero mis rodillas amenazan con flaquear.
Cierro los ojos e imagino que estoy con mi padre, corriendo libremente por entre las yerbas verdes del oasis de Orenheb, puedo jurar que oigo el murmullo del arroyo sagrado y el recuerdo de la dulce y fresca agua hace que trague en seco. Intento sonreír pero mi rostro está paralizado. No puedo más, lo sé, he llegado al fin de mis fuerzas. Mis rodillas se doblan bajo el poco peso que me queda. Debo haberme caído de la plataforma porque el enfangado suelo viene rápidamente a mi encuentro.
***
Un ardor insoportable se ha apoderado de mi espalda. Soy jaloneada por los hombros bruscamente y soy obligada a sostener mi tren superior sobre mis manos. Sostengo, a duras penas mi cabeza en alto , elevando mi rostro y observo que a mi rededor reina un caos extraño. Por aquí y allá corren despavoridos los finamente vestidos y enjoyados nobles Kuranies y otros ciudadanos de la capital , puedo oír el resonar de cascos de caballos. Mi mente intenta hallarle sentido a este alboroto, pero no tengo fuerzas ni para razonar.
Cerca de donde he caído, un guerrero de tez broncínea y ojos feroces sostiene un látigo, el cuál descarga inmisericordemente contra la espalda desnuda del gordo y sudoroso esclavista mientras éste es sujetado contra el suelo por dos soldados de la guardia real .No soy capaz de mirar las facciones del guerrero porque trae el rostro cubierto con una burka de finísimo lino blanco. Toda sus vestimenta es totalmente blanca y eso lo hace resaltar en la mugrienta y enlodada calle.
El comerciante clama por piedad en la lengua Kuraní antigua, pero el guerrero es implacable. Sus cabellos negros y largos le confieren un aspecto salvaje, pero sus vestiduras de lino e hijos los de oros y plata me hacen sospechar que debe ser un miembro de la corte real.
Ha venido a rescatarme un príncipe kuraní. Suspiro. Debo estar sufriendo delirios, indudablemente.
Despacio me logro sentar sobre el lodazal en el que estoy y contemplo desinteresadamente como algunos guardias de la corte van liberando de sus grilletes y cadenas a los demás esclavos, al tiempo que estos se miran unos a otros atónitos. Luego, uno de los soldados se acerca a mí y con la pesada llave libera mis muñecas y tobillos de los cortantes hierros que me aprisionaban. Miro las heridas de mis muñecas y frunzo el ceño. Es extraño, ya no me duelen las llagas, de hecho ya no siento nada. Trastabillando me pongo en pie y limpio el lodo de mi rostro con el dorso de mis manos.
El guerrero enrolla el látigo en su fuerte mano derecha. Se voltea imperioso y grita unas órdenes a sus soldados. Observo que el esclavista yace en el suelo inconsciente, su espalda es un espectáculo horrendo de grandes heridas y sangre. Los demás esclavos son reunidos entre un grupo de soldados y comienzan a alejan en tropel por la calle principal. Doy unos pasos para seguirlos, pero el guerrero ya se ha montado en un negro y poderoso semental y antes de que logre dar tres pasos, el aire abandonada mis pulmones al ser arrancada del suelo por unos brazos de hierro que me rodean la cintura y me encuentro de pronto sentada de medio lado, en una silla de montar, sobre el imponente caballo. Mi frente se encuentra a la altura de la barbilla de mi nuevo captor, mi adolorida espalda va rozando su musculoso brazo derecho.
Mientras él acucia a su montura y salimos disparados a todo galope, las fuerzas me abandonan y mis ojos se cierran otra vez. Lo último que he visto antes de desfallecer, han sido un par de feroces ojos dorados.
Un año entero estuvo el joven Alessar repitiendo su rutina de buscar a la ninfa del bosque y acompañarla en su canto con sus aullidos.Ella siempre salía del lago, completamente desnuda y mojada, su extremadamente largo y dorado cabello ya casi tocaba el suelo.Sin embargo, una tarde, mientras ella rascaba sus orejas, y acariaba su grande lobo y fauces, él no lo soportó más, regresó a su forma humana y la llenó de besos desesperados.La joven ninfa rió.Protestando que ella siempre había sabido que él era el gran lobo, y que se había maravillado de que él sguardase tanto tiempo para reclamarla.Oh, se cuenta que el príncipe y la ninfa gozaron de pasiones desconocidas para los humanos ya que corrieron desnudos por el bosque, se amaron en las profundidades del lago, y hay incluso algunos que aseguran que llegaron incluso a copular estando en sus formas animales.Lo que es cierto y lo que no, de estas congeturas, realmente no importa. Sin embargo, es bien sabido que el príncipe se presen
Finalmente, el gran torneo por la mano de la hermosa y talentosa princesa Alissa, lo ganó nada más y menos que el príncipe Kantor. Sin embargo, aunque no hubo oponente que le hiciese frente, e incluso estando ella dispuesta, el joven príncipe se negó a desposarla. Luego de un elocuente discurso, y de restregarle grandes y ardientes verdades en su cara al emperador, su abuelo, el heredero alfa abdicó al trono en favor a de su tía. Por todo el reino estalló gran conmoción. Los nobles kuranies fueron bastante verbales e incluso agresivos a la hora de demostrar se su reticencia y descontento. No podían concebir que una mujer subiese al trono, e incluso hubi muchos que complotaron para asesinar a la recién nombrada reina. Ante tales actos delincuenciales, el emperador quiso hacer juicios ejemolarizantes mandando a colgar de la plaza mayor a los cinco principales cabecillas de la revuelta. Sin embargo, el verdugo no tiempo de ejecutarlos, porque la terrible y temida emperatriz Umara
Al cómplice veinte años los jóvenes príncipes, se convocó a un torneo ente ellos. El premio era la mano de la princesa Alissa. A pesar de que las princesas eran increíblemente parecidas en sus aspectos físicos, sus temperamentos no podían ser más disimiles. Siendo Alissa la más educada, culta y refinada mientras que su hermana era una guerrera sanguinaria y letal. Desde hacía años, Kylar albergaba sentimientos intensos por una de sus tías. Lo cual, pareció bastante escandaloso. Además, todos creian que el objeto de su devoción era la propia Alissa. Sin embargo, cuando Lyssanne anunció que tomaría el manto de las guerreras vírgenes y se marcharía a llevar una vida de entrenamiento y solitud en el monasterio de las Pléyades, el joven Voor montó en cólera, morfó a su forma animal y se la llevó, atrapada en una de sus fuertes garras. Aquí el relato se desvía, porque hay quienes creen que el joven la llevó a las montañas del cuerno, dónde se habían conocido su madre y el padre su her
En el décimo aniversario de la guerra contra el Draggar y los rebeldes del Este, Kyla, la hija mayor del Voor fue secuestrada.Su madrastra y padre, supieron que la joven había estado buscando agua en el pozo, con sus hermanos menores, cuando un cazador egipcio pasó por allí, le dió de abrevar a sus caballos y luego, poseído por un impulso feroz, montó a la doncella en su carro y se la llevó.Los pequeños gemelos, Alessar y Kylar, hijos del Voor, su mate, y su Omega, presenciaron todo el asunto y corriendo de regreso a la tienda de sus padres dieron aviso.El Voor montó en cólera, cambió a su forma bestia y persiguió el rastro del carro de batalla, pero le fue imposible encontrarlos y rescatar a su hija. Porque una terrible tormenta de arena se levantó en el desierto rojo, el cual colinda con las tierras de los Voleer y Egipto.Regresando a casa, Karman levantó a sus guerreros, sin embargo Alessia quiso ser más diplomática.Rogándole frenar su ansia de guerra, y perseguir una vía m
" Querida madre:No sabes cuánto se regocija mi corazón de saber que mi hermana ha regresada sana y salva, y también de saber que finalmente se han calmado las cosas entre ella y el príncipe Assian.Mi esposa y yo, estamos felices de anunciar que tenemos un hijo.Hemos decidido llamar al pequeño Kantor, como mi abuelo, tu padre.Espero que veas con buenos ojos esta decisión.Hemos llevado a cabo la reposeción de nuestras tierras y las tribus florecen como nunca antes.Ahora contamos con espacio de sobra para el ganado y tendré en cuenta tu sugerencia, dejaremos para el próximo ciclo la peregrinación anual al oasis. Así sus aguas tendrán tiempo de purificarse.Mientras, nosotros llevaremos a cabo la ceremonia en el río subterráneo de la cueva de las montañas del cuerno.Esa agua nos vendrá bien para el ritual de sanación.Espero en poco meses ir a visitarlos para que conozcas a tu nieto."Con amor: tu hijo.Umara:Acaricio las cartas de Lysander.De mis dos cachorros él siempre fue el
Umara:Han transcurrido tres meses desde la batalla contra el Draggar.Alessia florece entre los Voleer. Esa gente ha llegado a amarla con gran profundidad, y no solo la respeta por ser la mujer de su líder.Assian y Karman aún se la disputan.Con el tiempo que llevan juntos aún no aceptan del todo compartirla y a mí siempre se me hará extraña la relación de ellos.Luché con uñas y dientes por tener a mi esposo solo para mí, no comprendo cómo mi hija puede amar tan profunda y completamente a dos hombres tan distintos.—Umara, la pequeña Assia tiene hambre.- murmura Citié, trayendome cerca a una de mis gemelas.Oh, sí. Mis pequeñas gemelas ya tienen tres meses. —Umara, la pequeña Lessa también tiene hambre.Ruedo los ojos.Burya trae a mi otra beba en sus brazos.—Ya, ya amores. Mamá les dará de comer.No lloren más.- susurro en lo que meso a ambas bebés, cada una en un brazo.—Son unas ternurita.- comenta Zai.- excepto cuando tienen hambre.Reimos todas. A grandes carcajadas.Llevo un
Último capítulo