Finalmente, el gran torneo por la mano de la hermosa y talentosa princesa Alissa, lo ganó nada más y menos que el príncipe Kantor.
Sin embargo, aunque no hubo oponente que le hiciese frente, e incluso estando ella dispuesta, el joven príncipe se negó a desposarla.
Luego de un elocuente discurso, y de restregarle grandes y ardientes verdades en su cara al emperador, su abuelo, el heredero alfa abdicó al trono en favor a de su tía.
Por todo el reino estalló gran conmoción.
Los nobles kuranies fueron bastante verbales e incluso agresivos a la hora de demostrar se su reticencia y descontento.
No podían concebir que una mujer subiese al trono, e incluso hubi muchos que complotaron para asesinar a la recién nombrada reina.
Ante tales actos delincuenciales, el emperador quiso hacer juicios ejemolarizantes mandando a colgar de la plaza mayor a los cinco principales cabecillas de la revuelta.
Sin embargo, el verdugo no tiempo de ejecutarlos, porque la terrible y temida emperatriz Umara