Mundo ficciónIniciar sesiónPero mientras la culpa lo consumía, una nueva emoción, más fría y afilada, comenzó a abrirse paso: la ira. Una ira dirigida no solo a sí mismo, sino a la otra persona en esa habitación de hotel en Shanghái. La persona que no estaba borracha. La persona que lo había visto todo.
Li-Na.
Recordó la confesión de Lombardi: «Su asistente. La misma que nos había recibido en su oficina... ella nos vio, nos reconoció... y entonces usted la besó». Y la carta de Amelia: «Fui a Shanghái a buscarte. A contarte la verdad».
Li-Na







