Tras el repentino anuncio del supuesto embarazo de Freya, al Consejo no le quedó más opción que ceder. La presión fue demasiado: un heredero significaba estabilidad, linaje asegurado, continuidad en el poder. Ninguno de los ancianos quiso cargar con la responsabilidad de deslegitimar al futuro alfa aún no nacido. Así que, contra sus deseos y principios, autorizaron la ceremonia de unión entre Dante y Freya.
Un movimiento desesperado… y efectivo.
Freya salió del salón con la cabeza en alto, envuelta en una falsa humildad que no engañaba a nadie. Dante la seguía, envuelto en una mezcla de euforia y alivio. Había recuperado el control. O al menos eso creía.
Apenas cruzaron las puertas del salón, el tono cambió. Dante, fiel a su temperamento, no tardó en encarar a su prometida.
—¿Qué pretendes, Freya? ¿Vas a seguir manipulándome con tus escenitas? —gruñó, sujetándola del brazo.
—¿Vas a seguir golpeando a la madre de tu futuro heredero? —replicó ella con una voz cargada de veneno, apenas c