El infiltrado envió las fotografías de la ceremonia entre Dante y Freya. Se veía claramente que esa boda no se celebraba por amor. Ese bastardo tenía cara de estar siendo llevado al cadalso, y nada me alegraba más. En cambio, Freya parecía una serpiente satisfecha después de haber conseguido su propósito. Esperaba que el sufrimiento comenzara para ella, por todo el daño que le hizo a Madeleine.
Todo estaba más tranquilo en mi territorio, pero no quería seguirle ocultando nada a ella. Así que salí de mi despacho de inmediato y fui a buscarla. La encontré en la sala de lectura, sentada junto a la ventana, perdida en sus pensamientos. Me acerqué sin hacer ruido y la abracé por la espalda. Se sobresaltó un poco al sentirme.
—¿Puedo saber qué o quién roba tus pensamientos, preciosa, que ni siquiera te diste cuenta de que te estaba mirando? —le pregunté, acercándome más a su oído.
—Ay, pero qué celoso mi amorcito —respondió con una sonrisa—. Es que has estado tan ocupado en estos últimos dí