La cena de esa noche fue un asunto silencioso. La tormenta que había estado amenazando durante el día finalmente estalló, lanzando ráfagas de lluvia contra los ventanales del comedor y sumiendo la mansión en una atmósfera opresiva.
Thomas, el dueño secreto del tablero, estaba de un humor excelente. Chloe por el contrario, parecía haberse desvanecido.
Estaba sentada a la mesa, moviendo la comida de un lado a otro del plato, su rostro pálido reflejado en la superficie oscura de la ventana. Brendan estaba sentado frente a ella.
Él no había tocado su vino. Su atención estaba enfocada enteramente en ella, con la intensidad de un francotirador esperando un movimiento en falso.
—¿Tienes frío, querida? —preguntó Thomas, notando el leve temblor de Chloe.
—Un poco —murmuró ella.
—Subiré la calefacción —dijo Thomas, haciendo un gesto a uno de los sirvientes.
Chloe dejó los cubiertos. Sus manos descansaban sobre la mesa. Llevaba un vestido de noche de terciopelo oscuro, también de manga larga.