En el espejo, el reflejo de Chloe la observaba con ojos pálidos, mientras la silueta oscura de Brendan llenaba el marco de la puerta. Su rostro, una máscara de desafío y dolor, le confirmó que el agotamiento emocional de la cena había sido reemplazado por una determinación furiosa.
Chloe no se giró. Se aferró al borde del tocador, la madera fría anclándola a la realidad, mientras la caja de terciopelo, el objeto de su tormento, parecía llamarla sobre la mesa de noche.
—Sal de mi habitación, Brendan —su voz fue un témpano de hielo, pulida y sin emoción.
Él ignoró la orden, cerrando la puerta tras de sí. El sonido del cerrojo fue un golpe sordo, un punto final a cualquier retirada civilizada.
—El anillo —dijo él, su voz grave, tensa. Miró la caja sobre la mesa de noche—. Es una sentencia, no una propuesta, ¿lo sabes, verdad? ¿Vas a aceptar? ¿Vas a convertirte en su propiedad? Porque no serás más que eso para él.
Chloe finalmente se giró, su bata de seda susurrando en el silencio. Lo enf