3

Desde detrás del escenario, Chloe presenció el momento en que las luces se atenuaron al igual que las voces de los presentes. La atención de los invitados se centró en el hombre que subió al escenario.

Thomas Davenport.

Cuando él apareció, todo lo que Chloe se había esforzado en mantener dormido en su interior pareció despertar como un volcán activo. Odiaba la sonrisa arrogante en su rostro, el falso encanto en su voz, su presencia entera.

Dió unas breves palabras antes de llamar al escenario al motivo de aquél evento, presentando al futuro heredero de su imperio y su fortuna.

Chloe se sorprendió al ver que se trataba de aquél joven con el que había chocado. No debía tener más de veinticinco años y no podía negar el parecido a su padre, solo que más joven y sin el aura oscura de un corrupto hombre de negocios.

«¿De dónde habrá salido su hijo? Si él ni siquiera tenía esposa. ¿Lo habrá aceptado para evitar escándalos con la prensa? Además, Thomas nunca le heredaría su imperio a alguien en quien no confiara o, en su defecto, a quien no llevara su apellido»

Mathilde recordaba haber escuchado que Thomas había recuperado a un hijo, pero en esa época no había tenido contacto cercano con él así que no estaba familiarizada con aquél atractivo joven.

Los aplausos llenando el lugar desvanecieron los pensamientos de Chloe. La llamaron para arreglarla antes de que saliera a dar su presentación y supo que el momento al fin había llegado.

Antes de salir al escenario, inhaló profundamente, calmando sus latidos. La melodía llenó el lugar mientras las luces se atenuaban y todos observaron intrigados hacia el escenario, quedando deslumbrados ante la joven de vestido rojo.

Su voz hipnótica llenó el lugar y ninguno de los presentes quiso mirar en otra dirección. Chloe se adueñó del escenario, seduciéndolos con elegancia.

En medio de los presentes, notó la intensa mirada de Thomas Davenport sobre ella, parecía genuinamente fascinado ante lo que estaba frente a sus ojos.

En la seguridad que la envolvía, decidió hacer un movimiento más atrevido. Bajó del escenario mientras continuaba cantando, acercándose a los presentes y manteniendo el contacto visual con ellos, atrapándolos en el azul de sus ojos.

Cuando llegó el turno de Thomas, lo ignoró deliberadamente, como si no lo hubiera visto en absoluto. El hombre entrecerró los ojos, intrigado por su actitud, y su mirada reflejó un atisbo de interés.

Chloe sabía bien cómo despertar el interés en un hombre tan arrogante y seductor como él, pues era de la clase a quien no le gustaba ser ignorado. Sin embargo, parecía que no solo Thomas se sentía atraído.

Mientras cantaba, regresando al escenario, Chloe notó una mirada ardiente siguiéndola. Cuando dió con el dueño de esa mirada, vio de quién se trataba.

Era Brendan Davenport, el hijo de Thomas.

Chloe no podía negar su atractivo, se sintió halagada de tener su atención, pero no le sostuvo la mirada por mucho tiempo, después de todo, él no era su objetivo.

Su voz profunda, enigmática y envolvente se desvaneció en el aire cuando terminó de cantar, llevándose una oleada de aplausos.

Chloe curvó sus labios carmesí en una sonrisa lenta, seductora, sin mirar a nadie en específico, antes de abandonar el escenario.

No tardaría en descubrir que en ese instante no únicamente había atrapado a un hombre en su trampa, sino a dos.

(***)

Chloe se mantuvo dando vueltas por el salón, conversando con algún que otro hombre que se acercaba a coquetearle, esperando a que el único que le importaba finalmente fuera por ella.

Los minutos pasaban y, cuando comenzó a creer que tendría que idear otra táctica menos sutil para obtener la atención de Thomas, fué cuando una voz familiar resonó a sus espaldas.

—¿Cómo es que una mujer como tú puede estar sola?

Se volvió hacia aquél hombre y una sutil sonrisa victoriosa se trazó en sus labios.

—Señor Davenport —murmuró como si no hubiera anticipado su acercamiento.

—Por favor, dígame Thomas —contestó él con galantería, tendiéndole la mano.

—Un gusto conocerlo —mencionó, correspondiendo el gesto—. Mi nombre es…

—Chloe Bennet —terminó por ella, inclinándose ligeramente para dejar un beso sobre sus nudillos sin romper el contacto visual.

Chloe estaba segura que no caería en las tácticas de seducción de Thomas, pero no podía negar que, teniendo más de cuarenta años, poseía un atractivo maduro y un porte tan elegante como imponente.

—¿Cómo lo sabe? —preguntó ella con voz suave, como si el que él lo supiera fuera una especie de halago.

—Pregunté por tí.

—¿Champagne? —ofreció uno de los mozos.

—Por supuesto —Thomas tomó dos de las copas y le ofreció una a Chloe.

—Gracias, Thomas.

La manera en que su voz suave pareció acariciar su nombre hizo que el hombre frente a ella no pudiera dejar de observarla con fascinación.

—No quería perder la oportunidad de conocerte —admitió él—. A una mujer como tú no te la cruzas dos veces en la vida.

Conociendo su carácter manipulador y seductor, Chloe implementó tácticas propias, fingiendo timidez.

—Aunque entiendo que el interés no es mutuo —agregó él, acercándose un poco más a ella con cierto disimulo—. Pues me ha estado esquivando.

Chloe desvió la mirada, pensando cuidadosamente sus palabras.

—No fué a propósito. Debe admitir que tiene una presencia… intimidante.

—¿Si? —él pareció intrigado—. ¿Mi presencia la pone nerviosa, señorita Bennet?

Chloe alzó su mirada azul hacia él, sabiendo el efecto que una mirada como aquella provocaba.

—Un poco —admitió con voz suave—. Pero aún así es algo que no puedo evitar.

—¿Qué cosa?

—Que me guste… la sensación.

—¿Y cómo se siente? —quiso saber él, acercándose un poco más, como si de un secreto se tratase.

—Como observar a un depredador acercándose… —respondió ella mirándolo a los ojos, aquél azul oscuro que ocultaba miles de secretos y promesas de destrucción—... y aún así no querer retroceder.

«Más bien, colisionar»

Bebió un trago del líquido burbujeante sin romper el contacto visual. Las palabras de Chloe poseían un doble sentido que Thomas no llegó a descifrar.

—Eres demasiado interesante para dejarte ir —pronunció él. Parecía fascinado, hipnotizado.

—¿Es usted quién habla con doble sentido ahora? —mencionó con un toque de diversión.

—Tal vez —sonrió él—. ¿Dónde estás quedándote?

La pregunta fué un poco directa pero no le extrañó, era justo lo que necesitaba.

—Por el momento, en un hotel. Llegué hace apenas unas horas —respondió y llevó la copa a sus labios—. ¿Por qué?

—Para saber qué te parece la idea de quedarte conmigo.

Chloe enarcó una de sus cejas.

—¿Haces propuestas como éstas todo el tiempo?

—No, nunca en realidad —pronunció con cierta distracción, sin poder evitar seguir con la mirada aquellos labios carmesí tocando el cristal de la copa.

—¿Debería sentirme afortunada?

—Usted podría hacerme afortunado a mí si acepta. Tengo espacio de sobra, privacidad y no hay intenciones ocultas. Estarás cómoda y podremos conocernos más… si así lo deseas.

Chloe le sostuvo la mirada un instante, fingiendo pensar su respuesta.

—Me parece bien.

—De acuerdo —Thomas ocultó su sonrisa triunfante—. Cuando esto termine vendrás conmigo.

—¿No le molesta que lo vean?

—¿Contigo? Por supuesto que no. De igual manera, saldremos por el estacionamiento privado.

—De acuerdo —asintió ella.

Thomas tuvo que marcharse pero, lo que quedó de la noche, no volvió a perderla de vista. Había encontrado algo tan fascinante como misterioso en ella, una mezcla nueva y adictiva.

(***)

El evento estaba llegando a su fin.

Chloe fué a recoger su bolso al tocador donde se había preparado para la presentación y también se retocó el labial. Se sentía poderosa y en control.

Cerró la puerta a sus espaldas, avanzando por el vacío corredor, ajena a la presencia a sus espaldas. Hasta que aquél hombre le rodeó la cintura con uno de sus fuertes brazos, atrayéndola contra su pecho.

—¿Es eso lo que querés? ¿Ser mi madrastra?

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