AMIRA

Me acerco, reduciendo el espacio y…

No puede ser, el alfa, es… es…

El mismo tipo que apuñalo a mi hermano.

—¿Tu eres? —la cabeza se me pone fria…

—Si, Thane, el alfa—no lo puede creer.

Todo este tiempo estuvo frente a nuestras narices y nunca deduje que el mismo hombre que ataco a mi manada, es el alfa mas despiadado del mundo.

—Fuiste tu quien..

—Si, ataco tu manada y te trajo a mis tiernas—dice simplemente—ahora siéntate para que podamos hablar

No se si pueda hacerlo,

—Amira—me llama—siéntate—demanda con autoridad.

Me acerco al comedor y me sorprendo al ver la cantidad de comida que hay en la mesa. Hace mucho tiempo que no veo tanta comida junta. Como fugitivos, estamos acostumbrados a comer lo que podemos encontrar en el camino: animales, vegetales, frutas... lo que la tierra nos da. Pero esto... esto es diferente.

El alfa está sentado en la silla principal, disfrutando de la abundancia que lo rodea. Siempre me ha dado un poco de rencor verlo así, como si fuera el dueño de todo esto. Me acerco a él y se levanta para recibirme. Su mirada me hace enderezar la espalda.

—Buenas noches —dice, con una sonrisa que no llega a sus ojos.

Es raro compartir la mesa con el enemigo.

—Buenas noches —respondo, intentando mantener mi tono neutral—. La comida... es impresionante.

—Sí, lo es —dice, señalando la mesa—. He pensado que era hora de darse un gusto. Después de todo, somos... civilizados.

—Civilizados —repito, sin poder evitar el sarcasmo en mi voz—. Eso es algo que hemos olvidado hace mucho tiempo y mas tú, que matas sin piedad.

—Tal vez —dice—. Pero esta noche, no quiero recordarlo. Quiero disfrutar de la comida, del vino... de la compañía.

Me mira de arriba a abajo, y sinceramente no se que pensar o sentir. ¿Qué quiere de mí? ¿Qué busca?

—¿Y qué compañía prefieres? —pregunto, intentando sonar indiferente.

—La tuya, por supuesto —responde, con una sonrisa que me hace sentir incómoda.

Me pregunto qué pasará esta noche. ¿Será una cena tranquila o algo más? La mirada del alfa me hace sentir que hay algo más en juego.

—Eso es un poco raro, ¿no crees? —digo, intentando mantener la distancia—. Tú eres mi enemigo. No entiendo por qué querrías disfrutar de mi compañía.

—Los enemigos pueden disfrutar de la compañía de sus adversarios, ¿no? —responde, con una sonrisa que es a la vez encantadora y amenazante—. Además, creo que sería interesante ver cómo te comportas en un entorno... civilizado.

—Me comporto igual en cualquier entorno —digo, intentando mantener mi tono firme—Y no creo que esto cambie nada entre nosotros.

—Veremos —dice, ofreciéndome su brazo—. ¿Cenamos? La noche es joven, y la comida se está enfriando.

—No tocaré esta comida hasta que mis hermanos también disfruten de ella —digo, cruzando los brazos sobre mi pecho.

—No te preocupes por eso —responde, con una sonrisa tranquilizadora—. Tus hermanos están muy bien atendidos y comerán tanto como nosotros. Solo que... esta noche, tú y yo vamos a hablar.

—Hablar —repito, con escepticismo—. ¿De qué quieres hablar?

—De ti —dice, inclinándose hacia adelante—. De lo que quieres, de lo que te hace feliz... de lo que te hace temer.

—No tengo nada que temer —digo, intentando sonar segura—. Y no creo que sea de tu incumbencia lo que quiero o me hace feliz.

—Oh, pero lo es —dice, con una mirada intensa—Todo lo que tiene que ver contigo es de mi incumbencia y créeme Amira, me interesa.

¿Porque habla asi?

Me confunde el interés que tiene por mí, parece genuino, pero no puedo evitar sentirme recelosa. ¿Qué busca realmente? A pesar de mis dudas, mi estómago gruñe con fuerza, recordándome que hace mucho tiempo que no disfruto de una comida decente. La seguridad de que mis hermanos están siendo bien atendidos y disfrutando de una buena cena me permite relajarme un poco.

Con un suspiro, me decido a probar el pavo, y el sabor explota en mi boca. Es increíble. La carne es tierna y jugosa, y la salsa es rica y sabrosa. También hay vino, pan fresco y una variedad de platos que no había visto en mucho tiempo. Me permito disfrutar de la comida, saboreando cada bocado. La sensación de saciedad y placer es casi olvidada, y por un momento, me siento como si estuviera en un mundo diferente.

Pero la mirada del alfa no se aparta de mí, y puedo sentir su atención como un peso sobre mis hombros. ¿Qué quiere de mí? ¿Por qué me está tratando de esta manera? La confusión y la desconfianza se mezclan con el placer de la comida, haciéndome sentir incómoda y alerta.

—Parece que disfrutas de la comida —dice el alfa, observándome mientras como.

—Sí, es... diferente —respondo, intentando mantener la guardia alta—. Hace mucho tiempo que no como algo así ya que por tu culpa, debemos comer cualquier cosa que la naturaleza nos ofrecía o encontrábamos en cualquier lugar.

—¿Y qué te parece el vino? —pregunta, señalando mi copa.

—Está... bueno —digo, sin saber qué más decir.

—Me alegra que te guste —dice, sonriendo—. Quiero saber más sobre ti.

—No entiendo por qué quieres saber eso —digo, frunciendo el ceño—. Somos enemigos, ¿recuerdas?

—Sí, lo recuerdo —dice, sin perder la sonrisa—. Pero eso no significa que no pueda sentir curiosidad por ti. Eres... fascinante.

—No soy fascinante —digo, intentando restar importancia—. Soy solo una de tu especie que has capturado.

—No —dice, inclinándose hacia adelante—. Eres más que eso. Eres... única. Y quiero conocerte mejor.

—¿Por qué? —pregunto, intentando mantener mi tono firme—. ¿Qué ganas con conocerme?

—Nada —dice, encogiéndose de hombros—. Solo quiero saber más sobre ti. ¿Es tan malo?

—Sí —digo, mirándolo a los ojos—. Lo es, cuando eres mi enemigo. No confío en ti.

—No te pido que confíes en mí —dice, sonriendo de nuevo—Solo que me permitas conocerte un poco mejor. ¿Es mucho pedir?

—Sí, es mucho pedir —digo, mi voz llena de amargura—. Has secuestrado y matado a muchos de los míos. Has acabado con manadas enteras. ¿Y ahora crees que puedes convencerme de que eres una persona buena?

—No —dice, su voz baja y sin emoción—. No soy una persona buena. No pretendo serlo. Pero... hay algo en ti que me interesa. Algo que no puedo explicar.

—Eso no cambia nada —digo, mi mirada dura—. Has hecho cosas terribles. Has destruido vidas. ¿Y ahora quieres que me siente aquí y charle contigo como si nada?

—No —dice, su mirada fija en la mía—. No quiero que te sientes aquí y charles conmigo como si nada. Quiero que me veas. Que me veas de verdad. No como un monstruo, sino como... lo que soy.

—¿Y qué eres? —pregunto, mi voz llena de desdén—. Un asesino. Un destructor. Eso es lo que eres.

—Sí —dice, sin pestañear—. Eso es lo que soy. Pero también soy... más que eso. Y quiero que lo veas. Que lo entiendas.

—Me confundes, alfa —digo, sintiendo una mezcla de emociones contradictorias—. No sé qué quieres de mí, ni por qué me miras de esa manera.

Me pongo de pie, intentando alejarme de él y de la tensión que nos envuelve. La forma en que me mira es... intensa. Me estremece. Me hace sentir vulnerable.

Me dirijo hacia la gran ventana que hay en el comedor, buscando un poco de espacio y aire fresco. Desde aquí, puedo ver el patio exterior, iluminado por antorchas y luna llena. Puedo ver a los guardias patrullando, sus movimientos precisos y controlados. El quesillo, el segundo al mando, está de pie cerca de la entrada, observando todo con una mirada atenta.

La vista es tranquila, pero mi mente está lejos de estarlo. ¿Qué quiere el alfa de mí? ¿Por qué me mantiene aquí? La incertidumbre me consume, y la presencia del alfa detrás de mí no ayuda. Puedo sentir su mirada en mi espalda, como un peso constante.

Desde la ventana, puedo ver un jardín hermoso que se extiende más allá del patio. El jardín está diseñado en forma de laberinto, con senderos serpenteantes y setos altos que crean un laberinto de verdor. Veo a ese lobo que viajo conmigo en la carrosa, uno de los lobos más fieros y leales al alfa, ingresar al laberinto, seguido de varios lobos más que patrullan el área.

Los lobos patrullan constantemente, asegurándose de que nadie se acerque o escape sin ser detectado.

El castillo en sí es una estructura imponente, con torres altas y murallas gruesas que lo protegen de cualquier amenaza exterior. La combinación del jardín laberíntico y la presencia de los lobos patrullando crea una sensación de seguridad y control que es casi palpable.

El alfa se acerca a mí, su presencia imponente y dominante. Se detiene a mi lado, mirando hacia el jardín laberíntico y los lobos que patrullan.

—¿Te gusta la vista? —pregunta, su voz baja y suave.

—Tienes un castillo hermoso —respondo, intentando mantener mi tono neutral.

—¿Antes habías visto algo así? —pregunta, su mirada fija en la mía.

—No —digo, sacudiendo la cabeza—. Nunca. Pero nosotros... teníamos una casa muy bonita. Un lugar donde podíamos cultivar nuestros propios alimentos y vivir en armonía con la naturaleza.

—¿Y qué pasó? —pregunta, su voz ligeramente curiosa.

—Tú y tus semejantes —digo, mi voz llena de amargura—Los alfas que nos cazan y nos persiguen. Tuvimos que huir de nuestro territorio para sobrevivir.

—La vida es dura —dice, su voz sin emoción.

Me enfurece su insensibilidad. Me enfurece que no parezca sentir ningún remordimiento por lo que ha hecho.

—¿No te sientes culpable por todo lo que has hecho? —pregunto, mi voz llena de incredulidad.

—No —dice, sin pestañear.

—¿Por qué nos odias tanto? —pregunto, mi voz llena de frustración—. ¿Por qué nos cazas?

—Eso no es algo que te interese —dice, su voz seca.

—Entonces, ¿por qué me tienes aquí? —pregunto, mi mirada fija en la suya—. ¿Qué es lo que quieres de mí?

Me giro para mirarlo cara a cara, y me doy cuenta de que es mucho más alto que yo. Su estatura imponente me hace sentir pequeña y vulnerable. Debo levantar la vista para verlo, y mi cara queda contra su pecho. Su mirada es intensa, y puedo sentir su respiración en mi cabello.

—¿Por qué me trajiste aquí? —repito, mi voz firme—¿Qué es lo que quieres de mí?

—Tú sabes por qué estás aquí —dice el alfa, su voz baja y segura—. Porque tienes un poder que yo necesito.

—Sí, sé que necesitas mi poder —respondo, mi voz firme—. Pero no sé contra quién tengo que usarlo.

Nos quedamos mirando, nuestros ojos fijos en los del otro. La tensión entre nosotros es palpable, y puedo sentir la energía del alfa como una fuerza que me rodea. Su mirada es intensa, como si pudiera ver dentro de mí, y puedo sentir su determinación y su propósito.

—Dígame por favor de una vez, contra quien tengo que usar mi poder.

Me dedica una sonrisa.

—Contra una persona importante, la más importante de este castillo, del reino y del mundo—me intriga.

—¿Quién es esa persona?

—Yo—responde dejándome son aliento.

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