El viento aullaba contra las ventanas de la torre como un animal herido. Liria observaba los copos de nieve golpear el cristal mientras sus dedos jugueteaban nerviosamente con el borde de su manga. Tres días habían pasado desde que el mensajero llegó con la noticia: la comitiva real regresaba de la frontera y el rey había resultado herido en un enfrentamiento con bandidos.
El castillo entero se había sumido en un silencio tenso, interrumpido solo por los susurros de los sirvientes y el ir y venir de los sanadores preparando ungüentos y vendajes. Liria había insistido en que prepararan la habitación real con fuego abundante y agua caliente, ignorando las miradas desaprobatorias de Lady Morrigan, quien claramente consideraba que una esposa política no debía mostrar tal preocupación.
El sonido de cascos y voces en el patio la arrancó de sus pensamientos. Se apresuró hacia la ventana, apartando la cortina para ver la comitiva real entrando por las puertas principales. Su corazón dio un vu