KIARA DE SANTIS
Había algo en esa tarde particularmente aburrido. Noah había logrado escapar de mí después del almuerzo, y Silvano estaba encerrado con esa dulzura llamada Anny, como si no existiera nadie más en la casa.
—¡Noah es tan aburrido! —murmuré en voz baja, jugando con la aceituna que le había dejado en su plato en el almuerzo.
Estaba tirada en el sofá, cruzando las piernas mientras hojeaba una revista de moda que claramente no me interesaba.
—Ni que fuera tan importante.
Justo en ese momento, la puerta se abrió.
Alcé la mirada.
Y me congelé.
Un tipo alto, con el cabello revuelto de esos que te dan ganas de desordenar más, camisa blanca arremangada y un aura de tipo malo que… mmm.
Se pasó una mano por la nuca, como si no quisiera estar aquí, con una carpeta en la otra.
—¿Disculpa? —dije, dejando caer suavemente la revista—. ¿Te perdiste o estás buscando el camino de regreso al cielo, bombón? ¿Cómo te llamas?
El tipo se detuvo y me miró con un arqueo apenas perceptible en las