NOAH ALBERTI
Llevaba toda la semana soportando a Kiara.
Silvano y Anny se acababan de ir a París, felices, enamorados, y yo… atrapado.
Me despertaba y ahí estaba: con su risa escandalosa, su perfume dulce, sus insinuaciones. En cada rincón. En cada silencio. En cada respiro.
Esa noche… colmó mi paciencia.
—¿No vas a salir de tu cueva? —preguntó desde el marco de mi puerta con esa voz melosa que usaba cuando quería provocar—. Tengo vino… y este babydoll nuevo. ¿Sabes qué hace una mujer cuando se pone lencería sin motivo? Espera a que alguien se la arranque.
La miré. Y no vi solo a la Kiara escandalosa. Vi a la mujer detrás del maquillaje. Una mujer hermosa, con los ojos brillantes, con el corazón latiendo fuerte. Una mujer que me había estado empujando al borde durante días.
Y yo… ya no tenía más fuerza para retroceder.
Me levanté. Caminé hacia ella como quien camina hacia un incendio. Sin saber si iba a salir vivo o quemado.
—Ve a dormir, Kiara. Necesito trabajar.
Estaba por cerrar la