ANNELISSE DE FILIPPI
La oficina estaba más callada que de costumbre.
Silvano revisaba informes en silencio, Yo sentada a su lado con mi laptop revisaba unos trabajos, que debía entregar dentro de la semana, despues de la fiesta de Tía Ella, nos iríamos a Paris con Silvano, así que debía dejar todo listo. Estábamos en la sala de juntas y era el tercer día que Paolo no aparecía, y de verdad que extrañaba su humor sarcástico. Lucien hojeaba documentos con su mirada fría, pero no decía palabra, había llegado a la sala de juntas buscando unos datos que estaba revisando Silvano.
Hasta que la puerta se abrió.
Y ahí estaba él.
Paolo.
Más delgado. Más pálido. Más serio.
Sin ese brillo socarrón en los ojos.
Con los hombros tensos y el alma rota… pero de pie.
—Lucien —dijo, firme, caminando hasta donde estaba él, parándose en frente —. Vengo a dar la cara.
Lucien levantó la mirada sin una pizca de emoción.
—¿Ah, sí?
Paolo asintió.
—Sé que fallé. Que me desconecté. Que abandoné una operación.