BASTIEN DE FILIPPI
Después de hablar con Lucien me dirigí a mi habitación. Necesitaba ver a Kate. La amenaza de Addy me dejó con una sensación de angustia; tan solo pensar en no verla o no tocarla me ponía los pelos de punta.
Entré a la habitación y ella no estaba. La busqué en el baño, en el clóset... Mi corazón empezó a latir con fuerza al imaginar que esa niña malcriada me había jugado sucio y me la había escondido.
Salí al despacho, luego a la cocina… y nada. A esa altura ya estaba a punto de colgar a Lucien de los pies para obligar a Addy a decirme dónde tenía a mi Kitty.
La última opción fue su taller. Entré como un torbellino, buscándola con la mirada. Y ahí estaba, de pie, mirando por la ventana.
—Kitty… —susurré.
Caminé hacia ella con paso firme y rápido. La abracé por detrás, acoplando mi cuerpo al suyo, y me hundí en su cuello, inhalando su aroma para bajar mi ansiedad.
—¿Pensaste que me habían encerrado? —la escuché decir con burla.
No intenté ni pensar cómo lo supo. ¿Acas