JOSH MEDICCI
Lo sabía. Lo supe desde el momento en que me mencionaron esa maldita fiesta. Michelle, el jardinero con ínfulas de príncipe, la había invitado. Y Marie... esa adolescente insoportable, brillante, peligrosa para mi paciencia, también para mi autocontrol... ella había estado demasiado callada hoy. Cuando Marie está callada, es que trama algo.
A las diez en punto, me apoyé en la muralla frente a su ventana. Si intentaba escabullirse, la vería. Pero no salía. Las luces apagadas. Todo... demasiado tranquilo. Escalé al segundo piso y me acerqué a su ventana, miré su cama. Demasiado perfecta. Como si la hubieran acomodado con esmero para que pareciera ocupada. Entré y lo ví, almohadas bien alineadas.
—MlERDA...
¿De verdad creía que iba a tragarme eso?
Subí a la moto. Me vengaría de haber llenado de brillitos todas mis cosas, la sacaría de esa fiesta y se la arrancaría de los brazos a ese principe de pacotilla, y no podrían hacer nada, esa sería mi venganza. El lugar de la fiest