LUCIEN MORETTI
Recorrí la mansión con calma, observando cada rincón con ese orgullo silencioso que uno guarda cuando construye algo pensando en quienes ama. Paolo había hecho un trabajo perfecto supervisando la compra, pero cada instrucción, cada espacio… había salido de mí.
Addy caminaba a mi lado, los ojos grandes, brillando con esa mezcla de sorpresa y ternura que me hacía querer detener el mundo solo para verla así eternamente.
—¿Te gusta? —le pregunté, aunque ya sabía la respuesta. Su sonrisa lo gritaba sin palabras.
—Es hermosa… —murmuró, deteniéndose a mirar una de las ventanas que daba al jardín trasero—. Nunca imaginé que sería así.
—No quise que fuera solo un lugar seguro —le respondí mientras le tomaba la mano—. Quise que fuera un hogar.
Seguimos caminando, y cuando abrí la siguiente puerta, sus ojos se abrieron aún más.
—¿Una cancha de básquet?
Asentí con una sonrisa orgullosa.
—Agus se quejaría si no tuviera dónde vencerme de vez en cuando.
Addy soltó una risa suave, dulc