ADELINE DE FILIPPI
El vapor del baño aún flotaba en el aire cuando salí envuelta en una toalla.
La semana en Barcelona me había dejado agotada. El trabajo con los inversionistas, la cena con Asher, las caminatas largas… y Lucien, claro.
Lucien con su pasión que me envolvía cada noche, era maravilloso tenerlo sobre mí, con sus suspiros ocultos, con sus sonrisas traviesas de medianoche y ese deseo que jamás se saciaba.
Éramos… felices.
Más de lo que me permitía imaginar hace unos años cuando pensé que me odiaba.
Salí del baño dejando una estela de vapor y lo vi sentado, serio, ido, con la mirada perdida como si tuviera el peso del mundo sobre él.
—¿Lucien?
Levantó la mirada con el rostro endurecido. Frío. Pero cuando sus ojos me vieron, algo se suavizó.
—Amore —dijo en voz baja.
—¿Qué pasa?
Lucien extendió una mano hacia mí. La tomé y me senté en su regazo sin decir nada.
—¿Estás bien? —le pregunté.
—Ahora sí. No pasa nada, solo un problema que tuve que resolver.
Acaricié su cabello con