Sus cuerpos se buscaban, se reconocían. Bastien desabrochó su camisa dejando un reguero de besos, y Kate sentía cada caricia como electricidad en la piel.
—Bastien… —susurró.
Él se detuvo, mirándola a los ojos.
—¿Quieres que me vaya?
—No… no sé qué me pasa contigo. Pero todo esto se siente tan… correcto.
—Te amo, Kate —le dijo con sinceridad.
Kate sonrió. Esas tres palabras fueron un bálsamo para su alma. Lo atrajo y lo besó con más necesidad. Sus manos bajaron hasta acariciar su erección, y Bastien gruñó.
—¿Quieres esto? —preguntó él, con la respiración agitada.
—Sí.
—No importa cuán lejos hayamos llegado… si te quieres detener, solo dímelo.
—No quiero detenerme, Bastien.
Él la desnudó con suavidad, dejando besos y caricias. Devoró sus pechos, besó su abdomen. Kate lo acariciaba, sintiendo lo duro que estaba bajo su pijama. Él tomó su mano y la retiró.
—Quiero disfrutar de ti —le susurró.
Besó sus muslos, le quitó las bragas y se perdió en su centro. Kate gemía su nombre, se retorcía