SILVANO DE SANTIS
Ese día no tenía planeado romperle el corazón de esa manera a esa pequeña niña, sería un tonto al no notar la manera que me miraba, como sus ojitos brillaban y una sonrisa aparecía en sus labios al saludarme. Sabía que yo le gustaba, pero yo no podía ofrecerle nada, mi corazón pertenece a Adeline, quise ser cortés, frío para que entendiera que no me atraía, pero que Adeline me hubiera pedido que la fuera a recoger fue la gota que rebalsó el vaso, no podía seguir así, tenía que darle un corte definitivo, pero jamás me imaginé que ella escucharía.
Voltearme y ver sus ojitos rotos, luchando por no llorar hizo que mi corazón se apretara, era una niña alegre, llena de vida, un torbellino de luz cada vez que llegaba a la oficina. Juro que no quería hacerle daño, pero las cosas resultaron así y fue lo mejor.
Desde que Anny se fue, la oficina se sentía… diferente.
Más silenciosa. Más vacía. Más fría, tal vez. Eso era lo que quería, tranquilidad, trabajar sin interrupciones,