Nadando entre las sombras.
DAMIÁN MEDICCI
La mansión dormía. O eso creí.
Pasaban de las doce y hacía mi ronda nocturna por los pasillos cuando algo se movió en el monitor de las cámaras. Una figura delgada, encapuchada, caminaba por el jardín con pasos rápidos, casi furtivos. Fruncí el ceño.
—¿Qué demonios…?
Me acerqué a la pantalla y amplié la imagen. No había duda: era Carla. La hermana de Paolo. La fiera salvaje que me había llamado esteroide con patas esa misma tarde. Caminaba hacia la piscina como si tramara algo. Ladeé la cabeza.
—Ajá… te tengo, bestia.
Me deslicé por el pasillo en silencio, como todo buen agente entrenado, y bajé las escaleras hacia el jardín trasero. Me escondí detrás de una de las columnas, observando cómo se acercaba a la piscina con ese andar desafiante que la caracterizaba.
Y entonces…
Se sacó la sudadera. Luego los pantalones anchos.
Y lo que quedó frente a mis ojos me dejó paralizado.
—MlERDA… —susurré.
Debajo de toda esa ropa holgada, Carla escondía un cuerpo impresionante. Curva