CARLA MORELOS
—¡Estúpido! ¡Idiota! ¡Tarado con esteroides! —gruñí mientras cerraba de un portazo la puerta de mi habitación.
El eco retumbó por todo el pasillo, pero no me importó. Mojada hasta el alma, con el cabello chorreando agua por la espalda, y el corazón latiéndome como si acabara de correr una maratón… todo por culpa de ese maldito Damián Medicci.
—Imbécil engreído, se cree sexy solo porque tiene músculos en lugares que la mayoría de los hombres ni siquiera saben que existen —mascullé, arrojando la toalla mojada sobre la silla y caminando directo al baño.
Me miré en el espejo. El delineador que llevaba aún resistente a prueba de agua había cedido. Parecía una versión mojada y furiosa de Medusa. Genial. Todo gracias a su brillante idea de robarme la ropa para… ¿qué? ¿Molestarme? ¿Coquetear? ¿Torturarme?
Me quité el bikini con rabia. Las correas se atoraron y terminé maldiciendo en cinco idiomas distintos. Lo lancé con fuerza dentro del cesto de ropa sucia y abrí la ducha calie