Mi paraíso y mi infierno.
AUGUSTO DE FILIPPI
Bajé lentamente de su cuerpo, todavía sin dejar de besarla. Sus labios sabían a deseo y a esa mezcla de ternura y rebeldía que solo Lucy podía darme. Me quedé encima de ella, sintiendo el calor de su piel bajo las sábanas, y la llevé contra mi pecho, como si quisiera fundirla conmigo.
—Lucy… —murmuré contra su oído, sin dejar de recorrer su cuello con besos suaves que se convertían en caricias más intensas—. Fuiste muy valiente anoche con tu padre.
Ella soltó una risa leve, pero no apartó la mirada.
—No iba a dejar que papá te culpara… cuando soy yo la que quiere subirse sobre ti las 24 horas de día.
La forma descarada y dulce al mismo tiempo en que lo dijo me arrancó una sonrisa. La miré fijamente, como si pudiera grabar ese momento en mi memoria para siempre.
—Y… ¿quién soy yo para oponerme? —le respondí con voz grave, inclinándome para besarla de nuevo—. Solo soy tu humilde esclavo mi princesita, lo que pida se lo concedo, las veces que quiera, y como quiera, y d