MARIE MORETTI
—¿Estás bien? —pregunté en voz baja, sentándome al borde de la cama y dejando que mis ojos se acostumbraran a verlo ahí, apoyado contra las almohadas.
La luz tenue de la habitación dibujaba sombras en su rostro, pero yo conocía cada trazo de memoria: la mandíbula firme, la leve hinchazón en el pómulo, esa forma en la que sus labios se curvaban cuando intentaba convencerme de que todo estaba bajo control.
Él asintió despacio, y aún así no me convenció.
—Estoy bien —repitió, con una sonrisa tranquila—. Resistí el interrogatorio de tu padre… y sigo vivo.
Solté una risita breve, aunque por dentro me imaginaba perfectamente la escena: papá frente a él, mirándolo como si pudiera leerle la mente, buscando el más mínimo titubeo para aplastarlo.
—Eso es mucho decir —comenté, preparando la bandeja con lo que necesitaba para cambiarle el vendaje.
Josh se movió un poco, acomodándose.
—Marie, voy a hacer cualquier cosa por ti. Cualquier cosa —dijo con esa voz baja que se colaba direc