SILVANO DE SANTIS
Me senté frente a él. La mesa era de metal, sencilla, sin adornos, con dos vasos medio llenos y una botella de whisky entre nosotros. Noah y Paolo se quedaron a los lados, como centinelas mudos.
La tensión era espesa, como si el aire pesara más de lo normal.
—¿Desde cuándo sabes de Seraphim Corp? —preguntó Lucien con voz baja, pero firme.
Lo miré directo a los ojos. No era momento de titubear.
—Desde hace tiempo. Desde antes de saber quién eras tú… incluso antes de haberla visto a ella.
El día que la vi… estaba en una misión para descubrir un traidor y la ví, ese día ella me cambió la vida
Lucien entornó los ojos. Sus dedos tamborileaban levemente sobre la mesa.
—Por eso aceptaste estar cerca fingiendo ser un simple asistente —dijo.
—Acepté porque ella me vio cuando nadie más lo hizo —respondí—. Porque me dio pan sin saber quién era. Porque me hizo sentir… humano.
— El vagabundo...
— Así es...
Por un instante, vi algo en sus ojos. Un destello de comprensión. O tal ve