Lucien perdiendo por una sonrisa.
LUCY MORETTI
Cuando Lucien apareció en el jardín con esa sonrisa de "vengo a competir solo para molestar", supe que la tranquilidad había terminado.
Augusto ni lo pensó. Se levantó con el balón bajo el brazo, chasqueando la lengua como si el desafío fuera una extensión natural de su día.
Y ahí estaban los dos: mi hermano y el chico que me rompe el corazón con solo sonreír, midiéndose en silencio antes de que comenzara la batalla.
Y entonces apareció ella.
—Bueno, bueno, bueno… —Anny se dejó caer a su lado, cruzando los brazos con una ceja arqueada—. ¿Me cuentas qué está pasando?
—¿A qué te refieres? —dije fingiendo inocencia mientras seguía dibujando.
—A que mi hermano está jugando básquetbol como si estuviera en un comercial de desodorante, sudando sexy y mirando hacia acá cada cinco segundos como si esperara que alguien lo aplaudiera.
Solté una risita sin querer.
—Y además… —Anny bajó la voz, arrimándose más— está contento.
—¿Y eso es malo?
—No, lo que es raro, es por qué está conte