BASTIEN DE FILIPPI
Estaba en la terraza, con una copa de vino en la mano y Kate a mi lado, cuando vi a Augusto encestar el punto final.
Lucien suspiró como si acabara de perder un imperio.
Addy estaba abrazándolo con esa dulzura que siempre me derrite el alma.
Y Lucy... bueno, Lucy no podía dejar de mirar a mi hijo como si fuera un poema en movimiento.
—¿Lo viste? —pregunté, sin quitar la mirada del jardín.
—Lo vi —respondió Kate con una sonrisa tranquila—. Y también vi cómo Lucca se fue a encerrar al despacho como si le hubieran empezado la Tercera Guerra Mundial en el living.
Reí por lo bajo.
—Ahhh… el gran Lucca Moretti. El hombre de hielo. El padre racional. El que me sermoneaba cada vez que Lucien y Addy se miraban como si el resto del mundo no existiera.
—“Bastien, tienes que ser maduro, no te interpongas. Ya son adultos, hay que dejar que vivan el amor, mi hijo es un caballero, no como tú”, —imitó Kate con tono solemne, y no pude evitar soltar una carcajada.
—¡Exacto! Ese Lucc