AUGUSTO DE FILIPPI
Había visto a Lucy reír muchas veces.
Reír con Marie por cualquier tontería.
Reír a carcajadas cuando alguien se caía en los videos que veía en su teléfono.
Reír incluso cuando hacía enojar a Lucien solo para molestarlo.
Pero esta risa…
Esta sonrisa…
Era distinta.
La vi correr hacia él con una fuerza que parecía venirle desde el alma. Como si los días lejos, las noches en que lloró a escondidas en el cuarto que compartía con Marie, las horas preguntándose por qué Lucien no llamaba… se deshicieran en ese segundo en que saltó a sus brazos.
—¡¡¡LUU!!! —gritó.
Y juro que el corazón se me apretó al verla tan feliz. Estaba realmente hermosa.
Mi dulce Lucy brillaba.
Lucien la recibió con una mezcla de asombro y ternura. Como si no pudiera creer que estaba allí. Como si una parte de él hubiera estado incompleta hasta ese instante. Marie lo abrazó enseguida también, y por un segundo, los tres parecían no tener más mundo que ellos mismos.
Yo… me quedé quieto.
Mirando.
Observa