ANNELISSE DE FILIPPI
No sospeché nada. De verdad, nada.
Addy me había invitado a almorzar con esa vocecita dulce que solo usa cuando está tramando algo. Pero como Silvano ya estaba mejor y queríamos salir un poco, acepté sin pensar demasiado.
Íbamos de la mano. Él caminaba más firme, con esa mezcla de arrogancia y lentitud que usa cuando quiere convencerme de que está perfecto, aunque yo sé que todavía le duele un poco. Pero no dije nada. Me limité a entrelazar nuestros dedos y a apoyar la cabeza en su hombro justo antes de tocar el timbre.
Addy abrió con su sonrisa más inocente.
—¡Bienvenidos! Están justo a tiempo —nos dijo, moviéndose a un lado para que pasáramos.
—Huele delicioso —comenté, soltando la mano de Silvano solo para dejar la cartera.
Y entonces… ocurrió.
—¡¡¡ANNYYYYYY!!! —una voz aguda y perfectamente reconocible estalló como un relámpago detrás del sofá.
Me giré.
Mi corazón casi se me salió por la boca.
—¡¡¡LUCYYYYYYY!!! —grité, y dejé caer todo.
Corrí. Literalmente.
Co