Dos corazones que se extrañan
LUCIEN MORETTI
Italia.
La noche se deslizaba sobre Milán como una promesa rota. Estaba sentado en la terraza de la villa, la vista perfecta al horizonte dorado, con una copa de vino a medio terminar en la mano. Una suave brisa golpeaba mi cara, pero no me importaba.
En mis manos, un cuaderno viejo. El mismo en el que había escrito todo lo que nunca le pude decir a ella. Lo abrí. La hoja estaba arrugada, manchada por gotas. No sabía si era vino o lágrimas de otra noche. Tomé la pluma y, como cada día que la extrañaba, escribí:
“Adeline:
Me fui. No porque dejé de amarte, sino porque no podía seguir amando solo. Siempre estuve a tu lado. Desde que tenías miedo a la oscuridad, hasta el día en que aprendiste a caminar sola.
Te prometí que te cuidaría… Y lo hice. Incluso cuando eso significaba alejarme.
No sabes lo que dolió. Escuchar que me odiabas. Ver que ya no era ‘Lucien, tu héroe’, sino solo ‘Lucien, tu sombra’. Pero lo acepté. Porque si estar lejos era l