ADELINE DE FILIPPI
La cena estaba servida con toda la pomposidad que una velada de Filippi exigía. Velas perfectamente alineadas, copas brillantes que reflejaban las luces del candelabro y platos de porcelana que parecían demasiado elegantes para contener comida. Las risas sonaban suaves, sinceras… flotaban en el aire como perfumes florales. Todo se sentía real, feliz, estábamos en familia después de mucho tiempo, al fin estábamos todos, no faltaba nadie.
Mamá conversaba con Aracely sobre las flores del jardín, comentando con dulzura los cambios de estación y cómo influían en las hortensias. A su lado, Lucca y papá hablaban de inversiones en Europa con esa voz baja y medida de quienes comparten secretos que valen millones. Cada palabra era estratégicamente calculada. Nada estaba fuera de lugar.
O casi nada.
Nos sentamos en la mesa, mi padre y madre quedaron en la cabecera, yo al lado de mi padre y Lucien a mi lado, yo era la que los separaba, ya que la mesa, se tornó un verdadero cam