SILVANO DE SANTIS
—Silvano —dijo ella, apareciendo en la puerta de mi oficina con una sonrisa ligera—. Cancela todo por hoy, ¿sí? No voy a volver.
Mi mano se detuvo sobre el teclado.
Ella no llevaba su maletín, ni su carpeta de trabajo. Solo el celular, las llaves… y una expresión que no dejaba lugar a discusión. Esa forma suya de hablar, suave pero firme, que siempre me descoloca, que me recuerda que nunca lograré estar a la altura de su verdadero mundo. Uno en el que yo no soy protagonista.
—¿Desea que reagende las reuniones?
—No, solo cancélalas. Mañana retomamos. Hoy... hoy quiero descansar un poco. Y tú también. Considera que tienes el día libre. Haz trabajado mucho Silvano, ve, toma un café, conoce una chica, nos vemos mañana.
Conoce una chica, como si fuerta tan fácil, era imposible cuando ella llenaba todo mi corazón.
Se fue antes de que pudiera decir algo. Su silueta se desdibujó en el pasillo como un sueño al que no se le alcanza. Caminaba con ese tipo. El desconocido. El qu