LUCIEN MORETTI
La casa estaba inusualmente silenciosa. Addy y las chicas se habían quedado en la sala viendo una película, mientras Anny dormía abrazada a Agus. Esos dos vivían peleando, pero se adoraban… y cómo no, si eran gemelos. Lo que uno sentía, lo sentía el otro.
Aproveché el momento y llamé a Silvano, que tomaba un trago mirándola con una sonrisa idiota. Lo miré, él me miró. Con un gesto, lo llamé para hablar a solas. Lo encontré en la terraza, con una copa de vino a medio terminar y la mirada fija en la oscuridad del jardín.
—¿Tienes un minuto? —pregunté, cruzando los brazos.
—Por supuesto —respondió, sin mirarme.
Me senté a su lado. Por un momento no dijimos nada. Solo el viento y el crujido de la madera bajo nuestros pies.
—No he dejado de pensar en lo que pasó con Esteban —dije al fin, mirando el horizonte—. Pudo haber matado a Anny. A ti… Ahora que también tengo a mis hermanas dentro de estas paredes, me preocupa que algo les pase. Addy, Lucy, Marie y Anny son lo más impo