MARIE MORETTI
El sol de media mañana caía tibio sobre los jardines, y el aire olía a lavanda y pasto recién cortado. Después de tantas semanas encerrada en colegios, aeropuertos y casas prestadas, caminar un poco me parecía lo más parecido a la libertad. Respirar sin supervisión. Pensar sin preguntas. Ser yo sin tener que dar explicaciones.
Sobre todo después de la desagradable mañana que tuve al conocer a ese tal "Josh". Qué tipo tan irritante. Esa mirada altiva, su tono autoritario, su cara de "yo tengo el control". Puff. Asquerosamente perfecto en lo físico y desastrosamente insoportable en lo emocional.
Me puse mis zapatillas, un polerón negro, y recogí el cabello en una coleta alta. No pensaba ir lejos. Solo dar una vuelta por los alrededores. Tomar aire. Olvidarme por cinco minutos de que un niño soldado de diecinueve años tenía la misión de "protegerme", como si yo no pudiera protegerme sola, ppff.
Apenas crucé la reja lateral del jardín, escuché pasos detrás de mí. Pesados. Fi