La música suave marcaba el inicio del desfile.
Modelos jóvenes caminaban por la pasarela, luciendo diseños frescos, creativos, llenos de pasión.
Los focos se movían, las cámaras parpadeaban, los asistentes susurraban comentarios.
Todo parecía fluir perfectamente.
Pero en la mesa de jurado, la verdadera guerra silenciosa se libraba.
Kate, sentada en el centro, hojeaba su libreta de anotaciones con genuino interés.
A su derecha estaba John Asher, siempre sonriente, impecable, su postura relajada.
A su izquierda, Bastien, perfectamente compuesto, pero con una energía densa, una presencia aplastante que hacía que el aire pareciera más pesado.
John sonrió cortésmente cuando una modelo pasó.
Tomó su libreta, escribió un par de palabras, luego —con una elegancia medida— se inclinó apenas hacia Kate.
—Una presentación brillante, ¿no crees? —susurró con tono casual.
Antes de que Kate pudiera responder, Bastien giró ligeramente la cabeza.
—Opinaremos al final, ¿no es cierto? —dijo, su voz baja,